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Letras que se juntan para formar palabras. Palabras que se juntan con o sin sentido para dar forma a unas frases. Frases que llegan al alma, que resuenan, que hacen sentir. Mi idioma.

He vuelto

domingo, 28 de marzo de 2010

Capitulo 8 - El camino


Cerré los ojos e intenté pensar en algo alegre. Poco después, empecé a escuchar el sonido de los pájaros. Fruncí el ceño, estaba escuchando distintos sonidos que no podía desencajar y pensar de dónde podían provenir. De repente, un silencio abrumador encogió mi corazón. En aquel momento, fue cuando abrí los ojos.

Parecía ser, que había encontrado mi pensamiento alegre. Estaba en un lugar, dónde no recordaba haber estado en la vida. Miré en todas direcciones, y no vi más que laderas y laderas de montañas y en el horizonte, la mar, dónde parecía poderse ver unas pequeñas islas.

Después de aquel momento de shock, intenté relajarme y pensar que todo aquello era fruto de mi imaginación. Pero, ¿Dónde estaba el tren? ¿Y el maquinista? ¿Y Eva? Todo aquello había desaparecido. ¿Como había sucedido? No lo entendía, como muchas otras cosas.

Me encontraba en un pequeño camino de gravilla, y sin saber a dónde me podría llevar, decidí andar por esa dirección. A ambos lados del camino, había plantas y arbustos. Lo descabellado de este, o la sensación que yo tenía, me resultaba algo extraña. A la derecha del camino había plantas florecidas, y también arbustos llenos de frutos. A la izquierda, parecía que nada tuviera vida, había solamente flores marchitas, y arbustos sin apenas hojas, o con solo hojas secas.

Decidí pararme un momento a observar. Me dirigí al lado derecho, donde pude ver un montón de tréboles. Me agaché un momento, y no podía creer lo que estaba viendo. Sí, después de tantos años, tenía un trébol de cuatro hojas en mis manos. Busqué a ver si había más, pero no fue así. En cambio, estaba alegre igualmente. Lo había encontrado, un trébol de cuatro hojas. No lo podía creer.

Después de este momento de euforia y satisfacción, me dirigí al lado contrario. Sí, aquel lugar me hacía sentir mal, me hacia recordar momentos difíciles, tristes y de soledad. Pero todo cambió, cuando vi algo no muy a lo lejos. Fui allí corriendo, y lo cogí con mis propias manos. Era una hoja, no una hoja de papel, si no una hoja que parecía tener vida en aquel lugar. Supuse que sería del árbol que había a mi lado, tan alto y robusto. Lo extraño de todo esto, es que en este lugar, todo era de color gris, apagado, mustio, sombrío, triste. Pero aquella hoja, tenía forma de corazón, y era de un color rojo intenso.

Volví al camino de gravilla, y seguí caminando, cuando me encontré que el camino se bifurcaba en dos. Era el momento de elegir.

Justo en el centro, había dos flechas. Una dirigía su indicación al camino derecho, y la otra al izquierdo. La que dirigía su indicación al camino derecho ponía: FELICIDAD. La que dirigía su indicación al camino izquierdo ponía: TRISTEZA.

Esta situación me incomodaba. No sabía qué hacer. ¿Era sencillo no? Tenía que elegir entre uno de los dos caminos, si quería llegar a algún lugar. Entonces me pregunté: ¿Hacia dónde quiero ir? O mejor dicho, ¿Cual quiero que sea el destino de este camino? ¿Felicidad o tristeza?

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